15 diciembre 2017

DIARIO DE UNA BOMBA NUCLEAR (15ª PARTE)

“… Hacia mucho que no veía mi reflejo, casi ni me reconozco. Entré en un edificio medio derruido buscando algún tipo de suministro, encontré algunas latas que me ayudaran a seguir avanzando. Tras guardar todo en mi bolsa, encontré lo que hace mucho tiempo debía ser una habitación. Un colchón mohoso presidia la sala llena de cascotes del techo destruido, y en una de las paredes que quedaban en pie, había un espejo medio roto.

Me he acercado por curiosidad, y me he sorprendido, por un momento he pensado que no era un espejo sino una ventana y estaba viendo a otra persona. Casi me muero del susto. Ahora me siento como un imbécil, pero en ese momento… Lo que he visto es un señor demacrado, lleno de mugre, con unas ojeras que presiden unos ojos hundidos tan grandes como su barba. Los pómulos resaltados por una piel medio quemada. Ropa andrajosa y demasiado grande rodeaba un cuerpo flaco. Es decir, un horror.

Hace mucho que no me lo planteo, pero ¿Cómo debo oler? Si todo esto no hubiera pasado, y volviera a casa tal y como estoy hoy, ¿la gente huiría de mí? ¿Me mirarían con asco? ¿Serían capaces de estar en el mismo lugar que yo? Esto me provoca una sonrisa, que superfluo es todo ahora, qué desperdicio de tiempo y recursos me parece ahora la ducha diaria que me pegaba cada día, pero, por otro lado, como me gustaría ahora pegarme un baño con agua caliente, velas y sales de baño y escuchando música mientras me bebo con calma una copa de vino…

Ahora sí que me siento estúpido pensando en esas cosas, mejor intento dormir un poco en este mohoso colchón que me parece el paraíso después de tanto durmiendo en el suelo o entre cascotes…”

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